Entiendo la relación ser humano-naturaleza como una relación de complementariedad y correspondencia que, lamentablemente, aún no es de aceptación general. El ser humano es parte de la naturaleza y ambos se retroalimentan constantemente, aunque esto no parezca del todo evidente. ¿Por qué el ser humano tendría que renunciar a ser parte de la naturaleza para poder conocerla y estudiarla? ¿Es acaso por la supuesta objetividad con la que uno debe buscar generar conocimiento? La neutralidad valorativa de la ciencia occidental es un mito construido por la modernidad. Separar al ser humano de la naturaleza es una ficción. Bien construida e interiorizada, pero ficción al fin y al cabo. Y esta premisa ficticia es la que viene generando tanto daño en los ecosistemas y la que no permite que se planteen relaciones horizontales y dialógicas, sino más bien que se siga separando, contraponiendo y jerarquizando al ser humano por encima de todo y de todos, cuando el ser humano es parte de todo lo vivo.
Algo que llamó mucho mi atención respecto a la lectura es que Ingold plantea un cambio en el lenguaje que busca describir otro tipo de forma de vincularse y eso no es poca cosa, como bien lo ha expuesto al diferenciar que una cosa es “entre” puntos y otra cosa es “a lo largo o a través de” puntos. Para ello, recurro a esta cita: “Es decir, es un movimiento —o lo que es lo mismo, una relación— que no va entre, sino a lo largo de. Mientras que el movimiento del ser pre-hecho es cruzado y entre dos puntos [across and between], el movimiento del devenir es a través y a lo largo de [through and along]”. Para poder contribuir a desmontar la maquinaria antropológica o, más bien diría, la maquinaria académica en general, es importante que tomemos mayor atención al lenguaje con el que nos expresamos, ya que este comunica formas de vinculación distintas. Ese, de por sí, es un reto ya que el lenguaje que usamos está atravesado por una forma de pensamiento que recae en la otredad y en la separación entre ser humano y naturaleza.